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Artículo del libro El trabajo en la era de los datos

La educación para la futura economía digital

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La educación está cambiando porque la economía digital está transformando las destrezas y los talentos que se necesitan para llevar una vida plena y fomentar el bienestar personal. Los ámbitos de la informática y la creatividad siguen presentando déficits de talento que no dejan de aumentar. Los estudiantes deben ser flexibles en el aspecto cognitivo y capaces de aprender constantemente cosas nuevas y aplicar conocimientos antiguos a contextos novedosos. La formación continua constituye la nueva normalidad. Aquí se identifican tres grandes cambios: (1) en la financiación de la educación, (2) en la duración del aprendizaje y (3) en la forma de aprender. El sello de la economía digital será la necesidad de contar con colaboraciones entre la industria, el gobierno y las instituciones educativas.

La economía digital está cambiando lo que cognitivamente necesitamos hacer para llevar una vida plena y alcanzar bienestar. La inteligencia artificial, el internet de las cosas, la impresión en 3D, la realidad virtual, las tecnologías de registro distribuido, la biotecnología y la robótica se conjugan para cambiar nuestra forma de trabajar y de vivir.1 Sigue habiendo déficits de talento, que se acentúan en relación con la informática y la creatividad. La gig economy está cambiando el empleo y las estructuras de beneficios en todo el mundo, gracias a plataformas que permiten compartir recursos. Se cree que el mercado laboral sufrirá importantes perturbaciones, aunque el ritmo de la asimilación tecnológica, el carácter del estado de bienestar y la demografía de cada país ayudarán a determinar la magnitud y la duración del desempleo ocasionado por la automatización del trabajo humano (OCDE, 2018).2 Habrá una gran demanda de nuevas tareas y competencias. En concreto, la educación superior tendrá un papel esencial en la recualificación, la actualización de competencias y la formación de la población activa global de la cuarta revolución industrial.

Puede que lo que ya es tecnológicamente posible todavía no sea ni política ni económicamente racional ni factible.3 Esta es la razón de que, al principio, independientemente de lo que puedan hacer las instituciones docentes para actualizar competencias, recualificar y educar el talento, quizá asistamos a un considerable desplazamiento de empleos en la economía digital. El ritmo del cambio es de tal magnitud que probablemente, a corto plazo, se genere un desempleo considerable. Las instituciones educativas podrán ayudar a los individuos a gestionar la transición a una nueva realidad.

Para prosperar en la economía digital hace falta una combinación de competencias cognitivas y destrezas tecnológicas. Las competencias constituyen un cambiante conjunto de destrezas. Los estudiantes deben ser flexibles, curiosos en el aspecto cognitivo y capaces de aprender constantemente cosas nuevas y de aplicar conocimientos antiguos a contextos novedosos. La clave de la empleabilidad es la adaptabilidad cognitiva. Los trabajadores tendrán que aprender y desaprender constantemente. Los sistemas educativos deben preparar a los estudiantes –tanto adultos como jóvenes– para lo que denomino resiliencia formativa, relacionada con la capacidad para adaptarse con facilidad, y repetidamente, a las nuevas verdades del conocimiento. Esta consiste en aceptar que los conocimientos anteriores se tornen irrelevantes bajo nuevas circunstancias.

El actual panorama educativo global se concibió para responder a las necesidades de la Revolución industrial, iniciada en la década de 1850 con la mecanización del trabajo físico. Hace tiempo que existe un gran desfase entre las destrezas de los graduados y las expectativas de los empleadores. Ni las universidades ni los institutos de secundaria saben bien cómo distribuir el tiempo entre destrezas blandas y duras; es decir, entre competencias de orden socioemocional y técnicas. Los académicos, que se consideran expertos en contenidos, que desarrollan y verifican el conocimiento, se resisten a impartir competencias profesionales. Sin embargo, en países donde la educación superior no está subvencionada por el gobierno, las deudas que contraen los estudiantes para poder encontrar trabajo no se pueden devolver, ni tampoco justificar, amparándose únicamente en el conocimiento de contenidos. El cambio radica en que las universidades ya no son los únicos proveedores de información. La información está en todas partes. Lo importante es lo que haces con ella. Además, los trabajos disponibles en esta era digital cambian con tanta rapidez que los grados técnicos no pueden garantizar la preparación para el futuro del trabajo. Por eso es esencial la resiliencia formativa.

La educación primaria, secundaria y superior debe cambiar de enfoque y pasar del qué se enseña al cómo se enseña. Y los empleadores deben cambiar su forma de medir el talento y de reconocer las capacidades blandas y la resiliencia

Esto no quiere decir que la educación tal como la conocemos esté obsoleta; de hecho, es esencial para un crecimiento económico inclusivo. ¿Qué queremos que ofrezca la educación formal al futuro trabajador? Muchos empleos exigen destrezas técnicas y es preciso aprender ese contenido. No se puede codificar sin saber cálculo. No se pueden elaborar modelos económicos sin saber econometría. Y no se puede hacer investigación social sin una alfabetización informacional sólida. Hay que aprender cada una de estas competencias para desempeñar el pertinente oficio. El contenido sigue siendo esencial, pero es insuficiente. La educación primaria, secundaria y superior debe cambiar de enfoque y pasar del qué se enseña al cómo se enseña. Y los empleadores deben cambiar su forma de medir el talento y de reconocer las capacidades blandas y la resiliencia. El aprendizaje de contenidos sigue siendo esencial, pero lo que realmente importa es lo que se hace con la información.

Sin embargo, las competencias centran la atención de lo que en la actualidad se considera buena formación, y las principales obras del área lideran esta perspectiva. Los libros que aparecen en la actualidad sobre cómo debería ser la educación abogan por que las universidades desarrollen un determinado conjunto de destrezas. Es bien sabido que Joseph Aoun (2017), rector de la Northeastern University de Boston, defiende la creatividad, el emprendimiento y los conocimientos aritméticos en Robot-Proof [A prueba de robots]. Angela Duckworth (2016) defiende la necesidad de tener agallas en Grit. El poder de la pasión y la perseverancia. En uno de los libros más importantes a este respecto, La segunda era de las máquinas. Trabajo, progreso y prosperidad en una época de brillantes tecnologías, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee (2014) escriben que el talento necesita fomentar sus capacidades en los ámbitos de la ideación, la identificación de pautas generales y la comunicación compleja. Y, para los empleados más cualificados, Cynthia Solomon y Xiao Xiao (2019) han editado un volumen publicado por MIT Press, Inventive Minds, Marvin Minsky on Education [Mentes con inventiva: escritos de Marvin Minsky sobre educación], en el que se preguntan cómo se puede fomentar en la gente una inventiva que sirva para crear cosas. Todas estas publicaciones ofrecen interpretaciones relevantes, pero ninguna identifica el ingrediente primordial, aunque sí aportan indicadores y rasgos útiles de lo que se necesita para triunfar en la economía digital y señalan cómo podrían las instituciones docentes ayudar a los graduados a llegar a ese punto.

Este siempre ha sido el enfoque de las escuelas de artes liberales como la Ashoka University en India, la NYU Abu Dhabi en los Emiratos Árabes Unidos, el Williams College en Estados Unidos y el Yale-NUS College en Singapur, que están desarrollando un talento realmente global. Lo hacen mediante clases pequeñas, donde los estudiantes de grado entran en contacto con los mejores investigadores del mundo, y plantean un aprendizaje auténtico mediante una pedagogía centrada en el individuo. Se pone un gran empeño en integrar mensajes de movimientos globales como el de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), lo cual queda patente en un programa de estudios innovador y un aprendizaje vivencial pegado a la realidad. Estos entornos de aprendizaje se han concebido y desarrollado con el fin de ayudar a los estudiantes a sentirse cómodos con la ambigüedad, a trasladar los conocimientos de un contexto a otro y a aplicarlos de formas novedosas.

En estos centros se gradúa un número relativamente pequeño de quienes integran la oferta de mano de obra global. Como el modelo de las artes liberales es demasiado caro por cada alumno, no se podrá aplicar a los cientos de millones de personas que se cree que necesitarán recualificarse en los próximos diez o veinte años. Sin embargo, este modelo de interpretación interdisciplinar de los retos de la humanidad sigue constituyendo un depósito excelente del que extraer talentos preparados para el futuro de la economía digital, porque a esos graduados, sea cual sea su disciplina, se les enseña a cuestionar, analizar y crear, así como a ver los problemas desde una perspectiva global.Dichos estudiantes son capaces de aplicar las ciencias, las artes y las ciencias sociales a cuestiones estratégicas, mientras desarrollan habilidades sociales en un entorno internacional. Disponen de conocimientos aritméticos, digitales y de inteligencia emocional. Este es el pensador de la cuarta revolución industrial que buscamos. El reto radica en extender sus mejores atributos.

Las aulas con pocos alumnos son caras pero esenciales para que los estudiantes reciban atención de calidad y tengan acceso al profesor universitario o de secundaria

Desarrollar estas destrezas resulta caro. La verdad es que en la mayoría de los países actuales el sector público no destina suficiente apoyo económico a la educación ni a la recualificación. La magnitud de las deficiencias de talento supone que la industria necesita colaborar con los gobiernos y con los centros de educación superior para poner en marcha una transformación de las capacidades en el conjunto de la población activa mundial. Las aulas con pocos alumnos son caras pero esenciales para que los estudiantes reciban atención de calidad y tengan acceso al profesor universitario o de secundaria. Ya se ha demostrado que la enseñanza vivencial conduce a los estudiantes a entornos de aprendizaje auténtico que les permiten aplicar los contenidos al mundo real y que también contribuyen a que retengan las materias. Todo esto, combinado con trabajos en prácticas, permite a los estudiantes saber cómo se aplicará realmente el contenido de un curso o de una especialidad a un determinado entorno laboral o sector. Al conjugarse, todos estos elementos permiten al estudiante alcanzar niveles de pensamiento más complejos que generan la capacidad de solucionar problemas y de crear nuevos conocimientos. Al margen de en qué área de conocimiento decida centrarse cada estudiante, todos deben ser capaces de escribir, de comunicar ideas con claridad (cuantitativa y cualitativamente) y de comprender cómo se crea el conocimiento. Dentro del aula, investigadores de lo más innovador presentan su trabajo para que los estudiantes comprendan realmente cómo se genera el conocimiento. Esto es esencial en la era de las noticias falsas, la realidad aumentada, los macrodatos y el sesgo algorítmico.

Tres grandes transformaciones de la educación para la economía digital

Los tres grandes cambios educativos antes perfilados se basan en consultas bibliográficas, informes del sector privado y experiencias prácticas de todo el mundo. Es importante señalar el peso que las estructuras de gobernanza, la estabilidad económica, las relaciones laborales y la asimilación de los avances tecnológicos tienen en el contexto de cada país y centro educativo. Se identifican tres grandes cambios en la educación: (1) en su financiación, (2) en la duración del aprendizaje y (3) en la forma de aprender. En los apartados siguientes se repasará cada una de esas transformaciones del futuro educativo.

1. Mecanismos de financiación educativa

El principal cambio que presentará el futuro de la educación radicará en una colaboración más deliberada entre la industria, el gobierno y las instituciones docentes para financiar la enseñanza y el desarrollo del talento. Es algo que exigió abiertamente el libro de Klaus Schwab (2016) La cuarta revolución industrial, y algo que continúa defendiendo el Foro Económico Mundial. Hace tiempo que los estudios relacionan el desarrollo económico con la educación de la población. Para poder mantener diversos tipos de contratos sociales, los gobiernos necesitan que la gente pueda vivir, trabajar y ganarse la vida. En el libro Beyond the Skills Gap: Preparing College Students for Life and Work [Más allá de las carencias de cualificación: cómo preparar a los estudiantes universitarios para la vida y el trabajo], de Amanda K. Oleson et al. (2016), publicado por Harvard Education Press, se postula que los empleadores deben compartir con el sector educativo la responsabilidad de preparar a los estudiantes para trabajar en la economía digital. Si esto llegara a ocurrir supondría un excelente cambio para la educación en la futura economía digital. La industria tendrá que contribuir a sufragar una nueva forma de recualificar y formar al conjunto de la población activa global. Esto también supone que sufrague la recualificación de los profesores universitarios y de secundaria. Hay que tener en cuenta el coste de esta labor y la magnitud de este reto. El McKinsey Global Institute (2017) calcula que casi 1.200 millones de personas ocupan trabajos susceptibles de automatización. Esto no quiere decir que vayan a perder su empleo, sino que en la próxima década sus organizaciones les encomendarán otras tareas a casi todos ellos. Sin embargo, la tecnología produce oportunidades y soluciones eficaces desde el punto de vista financiero, aunque, en este caso, no sea con la suficiente celeridad. Los empleadores necesitan ayudar a los gobiernos y a las instituciones educativas a recualificar y actualizar las capacidades de la población activa.

La industria tendrá que contribuir a sufragar una nueva forma de recualificar y formar al conjunto de la población activa global. Esto también supone que sufrague la recualificación de los profesores universitarios y de secundaria

En todo el mundo, aun sin tener en cuenta la economía digital, supone un reto acceder a una educación de calidad. Para aquellos que logran acceder a la educación superior y completarla, la financiación es algo prohibitivo. En Estados Unidos, la Reserva Federal calcula que en 2018 los estadounidenses soportaban deudas de estudios por valor de 1,5 billones de dólares. En la Universidad de Harvard, un alumno no becado abona en torno a 78.000 dólares anuales para sufragar su matrícula, alojamiento y alimentación, además de otras tasas y gastos cotidianos. En Europa las tasas son bastante inferiores; en España, por ejemplo, las de las universidades públicas se sitúan entre los 2.000 y los 3.500 euros al año, y las de las privadas van de los 5.500 a los 18.000 euros por curso escolar. En Argentina la educación superior es gratuita, pero los centros están masificados y la calidad puede verse por tanto afectada. En India simplemente no hay plazas suficientes para los millones de jóvenes que carecen de oportunidades para acceder a la educación superior. Es un talento desaprovechado. Una oportunidad económica desaprovechada. Un bienestar que se dilapida.

La sima entre ricos y desposeídos no dejará de ahondarse, sobre todo en función del género, ya que el acceso a los ordenadores determinará el potencial de éxito educativo y laboral. Queda por ver si habrá algún país que adopte algún tipo de renta básica universal para distribuir la riqueza o si la mayoría recurrirá a una semana laboral de tres o cuatro días sin reducción de sueldo para afrontar el incremento de los beneficios del capital y la correspondiente reducción de los beneficios para el conjunto de la humanidad. El modelo tendrá que dejar de basarse únicamente en la filantropía y en los ingresos por matrícula, y los impuestos, por sí solos, no podrán sufragar la educación pública en las economías del bienestar.

La razón última por la que los mecanismos de financiación tendrán que cambiar es que la formación continua que exige la economía digital supone que el modelo que propugna la concentración de la educación entre los primeros quince y veinticinco años de vida ya no es suficiente

 
La razón última por la que los mecanismos de financiación tendrán que cambiar es que la formación continua que exige la economía digital supone que el modelo que propugna la concentración de la educación entre los primeros quince y veinticinco años de vida ya no es suficiente. Posteriormente se abordará este asunto con más detalle, pero es importante señalar que, a partir de ahora, aprenderemos durante toda la vida. Ese cambio educativo ya se está produciendo, no es algo futuro. Ni en la educación de adultos ni en la corporativa resulta eficaz adquirir cursillos de pensamiento crítico para los empleados. No se puede desarrollar ni la resiliencia ni la creatividad en un curso de formación de tres días. Para aprender a conectar ideas y crear soluciones de forma novedosa hace falta tiempo y financiación. Para conseguir una población activa flexible y eficaz es preciso que los gobiernos, la industria y las instituciones educativas apoyen económicamente la formación continua. Eso incluye la financiación de investigaciones en ciencias del aprendizaje, sobre todo en relación con los adultos. Se prevé que este campo de estudio será de vital importancia en los años y las décadas venideros. En realidad, financiar ese tipo de investigaciones podría reflejar la responsabilidad social corporativa.

2. La duración: formación continua y actualización de competencias

La educación ya no se concentrará en los primeros años de vida. Ahora la educación es una labor de toda la vida, un proceso en el que la gente tendrá que aprender, desaprender, reaprender y aprender de nuevo. La formación continua es esencial para sobrevivir y prosperar en la economía digital. La gente puede adquirir más información y así obtener más conocimientos, o aprender a hacer algo gracias a un curso sobre una determinada competencia; o puede aprender que algo es importante por su potencial para activar la creatividad y fomentar el éxito. Todas las organizaciones necesitan una cultura del aprendizaje basada en el crecimiento y la mejora. Los equipos más eficaces serán aquellos que sepan cómo aprender, no qué hay que aprender. El acceso a los centros de enseñanza y de trabajo debe ir ligado a culturas del crecimiento y del cambio.

El cambio tecnológico avanza con demasiada rapidez como para que el desarrollo del talento se detenga a los veinticinco años o antes. Lo que necesitamos saber cambia con demasiada rapidez. Y los millones de nuevos empleos que se crearán exigirán habilidades técnicas y sociales cuyo momento preciso no podemos predecir. La formación continua es cara, lo cual significa que los gobiernos y la industria deben contribuir a subvencionarla para mantener la economía en marcha. Probablemente la formación de directivos multiplique sus demandas. Es probable que las instituciones educativas del sector privado que puedan ofrecer distintivos y certificados de conocimiento tengan un papel que nunca habían tenido en la educación de adultos.

Es más, tal como indicó la OCDE (2018), puede que la reducción de las horas de trabajo, reflejada en el sueldo, pueda compensar la pérdida de renta debida a la perturbación creativa de los trabajos. En este escenario, y en el de una renta básica universal, la gente tendrá más tiempo para aprender nuevas cosas. Se podrán dedicar más horas de la semana al aprendizaje. Este cambio de las estructuras sociales cambiará el funcionamiento de la educación y la formación corporativas. Se dispondrá de más capital para conseguir que la educación de adultos sea una realidad y una práctica coherente.

La OCDE ha desarrollado una Brújula para el aprendizaje dentro del proyecto Futuro de la Educación y las Habilidades 2030, que pretende ofrecer orientación a los sistemas educativos del mundo para que los estudiantes puedan alcanzar bienestar en el futuro. La Brújula para el aprendizaje, tal como aparece en la figura 1 y se ilustra a continuación, presenta las formas de pensar en lugar de las competencias específicas y el aprendizaje de contenidos. Otros organismos internacionales están desarrollando esquemas parecidos, ya que las necesidades actuales y futuras de la población activa del mundo están ante una gran transformación. Lo primordial es que la preparación de los futuros pensadores para entornos en cambio constante ya no se circunscribe a los primeros veinte o veinticinco años de vida, y que la pura y simple memorización es absolutamente insuficiente para un empleado viable. Los centros de educación privados y públicos tratarán de conseguir que los estudiantes sepan cómo pensar y aprender, y esto es esencial para su éxito y bienestar a largo plazo.

La Brújula para el aprendizaje 2030 de la OCDE es un marco de aprendizaje que pretende ayudar a los estudiantes a manejarse en su camino hacia el bienestar futuro. Crea un vocabulario común sobre objetivos educativos generales

El esquema de la figura 1 ayuda a comprender cómo se aprenderá mejor para triunfar en la vida. En el aula, esto significa que la educación tendrá que aprovechar mejor la tecnología para acceder a más estudiantes y dar más tiempo a los educadores humanos para que hagan lo que mejor saben hacer. Esto significa que probablemente en un futuro próximo las calificaciones se automaticen. Los algoritmos están sesgados, pero ofrecen pautas que podemos identificar y corregir. Para los seres humanos es mucho más difícil corregir el sesgo implícito. La tecnología puede proporcionar lecciones, supervisar contenidos y evaluar trabajos. Los educadores, más que limitarse a compartir sus conocimientos, tendrán que aprender a facilitar el aprendizaje. Es esencial que el aprendizaje se centre en el individuo. Las aulas y las actividades virtuales deberían ser pertinentes y relevantes para los intereses de los estudiantes. Cuando sea económica y materialmente posible, la enseñanza deberá impartirse en grupos pequeños y diversos, ajenos a consideraciones de edad.

A medio plazo, la recualificación y actualización de competencias de los trabajadores actuales será un elemento fundamental de la acción empresarial. También será importante a largo plazo, ya que los trabajadores de la generación Z buscarán empresas que puedan ofrecer buenas oportunidades de desarrollo dentro de la gig economy. Visa constituye un buen ejemplo de cómo debería ser este cambio en las grandes empresas. En la actualidad, la Visa University tiene dos campus físicos, uno en Foster City, California, y otro en Singapur, en su sede del sudeste asiático. También cuenta con un enorme campus digital, que al contrario que en el modelo anterior, se basa en las necesidades del estudiante, no en la aceptación de unas normas. Visa también ha contratado a una encargada general de Aprendizaje, Karie Willyerd, coautora de Stretch [Estírate] (Willyerd y Mistick, 2016), un libro sobre cómo desarrollar habilidades en la economía de la automatización. Con todo esto se pretende desarrollar en toda la organización una cultura del aprendizaje que se pueda rastrear mediante datos y que encaje con los objetivos y la ética corporativos. Las grandes empresas necesitarán tomar medidas de ese tipo para conservar a los trabajadores actuales –que afortunadamente ya tienen presente la cultura de la empresa– y para formar a los nuevos. Visa también está ganando dinero con su talento, ya que cuenta con la Visa Business School, que ofrece cursos virtuales, talleres interactivos y cursos de formación a medida en todo lo referente al sector de las tarjetas de crédito. Visa ha sabido convertirse en un actor educativo fundamental para la economía digital, no solo en su sector, sino también en otros.

3. Cambios en cómo y qué aprendemos: tecnología y educación

Los centros educativos con financiación adecuada están dando zancadas apasionantes. Desde las aulas, los estudiantes pueden visitar una lejana excavación arqueológica, un museo o un hospital gracias a la realidad virtual. Provistos de gafas especiales, pueden lanzarse a un mundo sostenible en el que se ha revertido el curso de la degradación medioambiental. En una clase de química, pueden también imprimir series de moléculas en 3D para comprender cómo funciona la escala atómica. Y pueden observar un vídeo generado mediante un algoritmo sobre un poeta enfermo de hace siglos que recita un poema. Las realidades aumentada y virtual están cambiando lo que se puede hacer en el aula. El acceso a ordenadores portátiles y iPads proporciona a los educadores datos en tiempo real sobre lo que comprenden los estudiantes en sus clases. Las simulaciones permiten a enfermeros y médicos hacer prácticas quirúrgicas sin necesidad de un cadáver. Cuando se dispone de la tecnología adecuada, esta altera la relación entre el educador y el estudiante, posibilitando un proceso de aprendizaje personalizado, dirigido por el propio alumno. Los contenidos se trasmiten por medios virtuales fuera del aula y, después, el tiempo que se pasa en su interior se puede destinar a revisar el material y a aprender a aplicarlo. Probablemente, este modelo de aprendizaje mixto se convierta en la nueva norma, ya que hay datos que demuestran que es la forma más eficaz de aprender.

La realidad virtual (RV) ya está permitiendo a quienes disponen de ella aprender en cualquier lugar sobre cualquier cosa. Un ejemplo de la tecnología que se está utilizando a este respecto la ofrece VERE360, que investiga para desarrollar productos educativos basados en realidad virtual y destinados a que los estudiantes no tengan que desplazarse. La utilidad de este enfoque también radica en que se aparta de la formación de adultos tradicional, porque atrae más al estudiante. El objetivo de esta empresa es crear productos de RV que ayuden a los estudiantes a entender problemas y asuntos complejos como el cambio climático o la salud mental. La tecnología que crean firmas como VERE360 permite personalizar el aprendizaje en las empresas y en el aula, y pretende ofrecerlo en menos tiempo y de forma más atractiva que en la formación tradicional. VERE360 –y sus competidores– está elaborando contenidos globales sobre problemas sociales para que las organizaciones y los centros educativos gasten menos dinero en equipos. En la población activa mundial, cientos de millones de personas deben conocer esa tecnología para ser competitivos y prosperar en la economía digital.

Estudiantes del N High School, un instituto online nacido en Japón en 2015 con el fin de fomentar las aptitudes profesionales entre sus alumnos, todos ellos nativos digitales. En la imagen, los alumnos de una ciudad lejana a la sede, en Okinawa, siguen la ceremonia inaugural del año escolar  
Estudiantes del N High School, un instituto online nacido en Japón en 2015 con el fin de fomentar las aptitudes profesionales entre sus alumnos, todos ellos nativos digitales. En la imagen, los alumnos de una ciudad lejana a la sede, en Okinawa, siguen la ceremonia inaugural del año escolar

En la dirección opuesta, la Hickory Hill Nature School de Connecticut, EEUU,4 es un centro que trabaja al aire libre, sin espacios interiores, de manera que los niños soportan todo tipo de inclemencias. El objetivo es fomentar un vínculo profundo y personal con la naturaleza. Su pedagogía, basada en la indagación, dirigida por los propios niños y aplicada en grupos pequeños, participa de los mejores presupuestos empíricos para crear estudiantes creativos y cognitivamente flexibles, muy conscientes de la naturaleza y de la sostenibilidad. Esta es la versión para primaria y secundaria de una universidad de artes liberales cuyo andamiaje curricular no incluye necesariamente las capacidades técnicas. Es probable que esta clase de centros prolifere en la economía digital, a medida que los empleadores y los padres pretendan fomentar la creatividad y apartarse de la masificación. Este tipo de aprendizaje se valorará en el futuro (en los Estados Unidos actuales solo hay homologadas dos escuelas así), porque ofrece un vínculo con la naturaleza que seguramente la inteligencia artificial no proporcione, y porque se basa en las mejores prácticas empíricas para fomentar la buena gestión y la inteligencia emocional.

Las evaluaciones y las calificaciones también se están automatizando. Ahora disponemos de formas de examinar a los niños adaptadas e informatizadas que permiten a cada estudiante demostrar su competencia académica a su propio ritmo. Eric Mazur, renombrado físico de Harvard y afamado profesor, ha desarrollado Perusall, una aplicación informática que califica las notas de lectura de los alumnos. Los simuladores acabarán sustituyendo al profesor en la provisión de contenidos. En consecuencia, la acreditación de los conocimientos también cambiará. El talento global podrá identificarse de diferentes maneras y, cabe esperar, de una forma mucho más asequible.

La economía de la automatización y las tecnologías digitales que la han traído consigo también generarán cambios en los programas de educación secundaria y superior. Los programas basados en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y STEAM (STEM + artes) mantienen su importancia y producen talentos muy solicitados como mano de obra. Sin embargo, la presión medioambiental que genera la crisis climática también aumenta. Los estudiantes (jóvenes y adultos) de la economía de la automatización viven en una época de colapso ecológico. Las instituciones educativas necesitarán adaptar sus programas para ayudar a la gente a lidiar con sus repercusiones científicas, humanas y sociales, y a buscar soluciones. En los años y décadas venideros, una buena educación conjugará la automatización y la sostenibilidad medioambiental. Y una educación excelente producirá estudiantes flexibles capaces de adaptarse adecuadamente al cambio.

Los estudiantes (jóvenes y adultos) de la economía de la automatización viven en una época de colapso ecológico. Las instituciones educativas necesitarán adaptar sus programas para ayudar a la gente a lidiar con sus repercusiones científicas, humanas y sociales, y a buscar soluciones

Dada la magnitud de los desplazados por la tecnología a corto y medio plazo, la enseñanza virtual tendrá que formar parte de la solución. Aunque los CEMA (cursos online masivos y abiertos) no han proporcionado las enseñanzas que inicialmente se esperaba de ellos, es importante que se pueda ofrecer enseñanza de calidad a través de internet, sin necesidad de edificios de cemento. El número de personas que ansía acceder a una buena educación es demasiado grande como para dejar de lado el modelo online de información gratuita y acceso libre. Más vale que en el futuro recurramos a esta herramienta.

Una materia curricular que probablemente se añada a la educación formal y de adultos es la atención plena (mindfulness). Las tensiones que genera el cambio constante y la mayor preocupación por la salud mental conllevan el deber social de que aprendamos a autorregularnos y cuidarnos. Los modelos educativos actuales exigen a los afortunados que accedan a ese apoyo por su cuenta y con sus propios medios económicos. Muy pocos pueden permitírselo. Sin embargo, el sueño, la meditación y la nutrición serán piezas educativas vitales en la economía digital. No solo para nuestro bienestar mental, también porque nuestra vida será mucho más larga y, en consecuencia, cuidarse será esencial.

Incógnitas sobre el futuro de la educación

La tecnología también cambia a los propios estudiantes. Por ejemplo, los iPhone, los medios sociales y la cultura de internet han alterado la capacidad de concentración de los seres humanos. La mayoría desconecta pasados ocho segundos. Pero este cambio no ha conllevado alteración alguna del cuerpo humano. Las tecnologías portátiles están cambiando la forma de participar en el aula y en las clases de educación física. En el futuro, es probable que la biométrica informe a los gestores educativos de cómo aprende cada individuo, ya que el proceso docente dispondrá de datos sanitarios en tiempo real. Lo que no sabemos es cómo influirán las sensibilidades culturales respecto a la privacidad en el uso de esas tecnologías en las escuelas. Allí donde se disponga de tecnología y de financiación para instalarla, ¿querrán los gestores y los padres utilizarla? Está por ver si el empleador tendrá legalmente derecho a utilizarla.

Manifestación a favor del aumento de los salarios a los profesores y contra los recortes en la educación pública, Buenos Aires, Argentina, agosto de 2018
Manifestación a favor del aumento de los salarios a los profesores y contra los recortes en la educación pública, Buenos Aires, Argentina, agosto de 2018

En el extremo más avanzado del espectro del desarrollo tecnológico, es posible que la gente utilice implantes de interfaz cerebro-ordenador (ICO) o implantes cerebrales para mejorar sus conocimientos. De este modo, la educación tal como la conocemos cambiaría de manera fundamental. Desde el principio habría que lidiar con importantes problemas de equidad y de acceso, pero, pese a todo, existe una posibilidad real de que esto llegue a ocurrir. La empresa NeuraLink de Elon Musk está intentando desarrollar nanoimplantes que otorguen al cerebro humano capacidades de la inteligencia artificial. Quienes los tengan serán sistemas verdaderamente ciberfísicos. Su educación dependerá de la neurociencia y de los avances psicológicos que, como sociedad, podamos alcanzar en los años venideros. Además de los correspondientes problemas de acceso y de equidad, este nuevo tipo de inteligencia y lo que se le permita aprender plantearán importantes problemas éticos.

La diferencia entre la probabilidad de una máquina y la creatividad humana es patente y así seguirá siendo, pero hasta ahora se ha indagado poco en cómo enseñarán las instituciones educativas dicha diferencia. Es probable que la formación ética sea esencial para el talento global, sea cual sea nuestro sector o profesión. El mundo educativo está muy poco o nada preparado para el tipo de reto tecnológico que plantea la forma de verificar la información por parte de los seres humanos. Con todo, es una posibilidad que habrá que contemplar cuando cada organización, centro educativo o gobierno se planifique para el largo plazo.

Estos cambios han hecho todavía más imperioso el interés en las ciencias del aprendizaje. Tal como ha señalado el MIT en Work of the Future, Shaping Technology and Institutions, Fall 2019 Report [El trabajo del futuro, así serán la tecnología y las instituciones, informe de otoño de 2019], estos cambios exigen una mejor comprensión de la forma de aprender de los adultos. En la actualidad se está investigando cómo vincular la ciencia del aprendizaje con la realidad de cómo aprenden los adultos en el lugar de trabajo.5 Todavía no se sabe cómo aprenden mejor los estudiantes de diferentes edades y niveles de instrucción, ni desde luego cómo puede influir el contexto cultural en el aprendizaje. En el futuro, este será un importante campo de investigación y descubrimiento.

Conclusión

La economía digital está cambiando lo que necesita la educación para promover vidas plenas y bienestar. El acceso y la calidad seguirán constituyendo retos para la economía digital, pero los cambios que reporta la revolución tecnológica ofrecen nuevas oportunidades en uno y otro sentido. Nuevas colaboraciones entre gobiernos, instituciones educativas e industria fomentarán la aparición de un nuevo entorno de formación continua, más avanzado tecnológicamente y de por vida. La planificación a largo plazo plantea interrogantes, sobre todo la posibilidad de que los implantes cerebrales cambien la interacción cognitiva entre el ser humano y la información. La estructura de financiación de la educación cambiará en la economía digital. La duración de la educación y del aprendizaje cambiarán, y ya no se concentrarán en las primeras décadas de vida. Además, la educación se transformará por efecto de la propia tecnología, no solo en cuanto a la forma de proporcionar información y conocimiento, sino respecto a lo que realmente se aprende. Para llevar una vida plena y físicamente sana en la economía digital todo el mundo tendrá que tener presente la sostenibilidad medioambiental y el bienestar. Vivimos tiempos de cambio apasionantes, pero para conseguir que generen cambios sociales verdaderamente positivos hace falta que todas las partes afectadas por la educación hagan un esfuerzo más coordinado y premeditado. El coste de no hacerlo se antoja funesto.

Notas

Bibliografía

—Aoun, Joseph E. (2017): Robot-proof, Higher Education in the Age of Artificial Intelligence, Cambridge, MIT Press.

—Autor, David; Mindell, David M. y Reynolds, Elisabeth B. (2019): Work of the Future, Shaping Technology and Institutions, Fall 2019 Report, MIT Work of the Future.

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—Duckworth, Angela (2016): Grit: The Power of Passion and Perseverance, Nueva York, Scribner/Simon & Schuster. [Ed. esp. (2016): Grit. El poder de la pasión y la perseverancia, Barcelona, Urano].

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—Oleson, Amanda K.; Hora, Matthew T. y Benbow, Ross J. (2016): Beyond the Skills Gap: Preparing College Students for Life and Work, Cambridge, Massachusetts, Harvard Education Press.

—Schwab, Klaus (2016): The Fourth Industrial Revolution, Nueva York, Crown Publishing. [Ed. esp. (2017): La cuarta revolución industrial, Barcelona, Debate].

—Solomon, Cynthia y Xiao, Xiao (2019): Inventive Minds, Marvin Minsky on Education, Cambridge, Massachusetts, MIT Press.

—Willyerd, Kerie y Mistick, Barbara (2016): Stretch: How to Future-Proof Yourself for Tomorrow’s Workplace, Hoboken, Nueva Jersey, Wiley.

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