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29 septiembre 2017

Louis Leakey y las memorias de África de la evolución humana

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Cuando a principios del siglo XX comenzaron a confluir la teoría de la evolución y los hallazgos de fósiles de homínidos, fue tomando forma la idea de que el ser humano era originario de Asia o Europa. Descubrimientos como los neandertales, el Hombre de Java y el Hombre de Pekín fijaron el rumbo de los paleoantropólogos hacia las cuevas de occidente y oriente en busca del rastro de nuestra especie. Pero un hombre desvió ese rumbo hacia África: Louis Seymour Bazett Leakey (7 de agosto de 1903 – 1 de octubre de 1972).

Ya  en el siglo XIX, alguien había sugerido esta senda: en 1871 Charles Darwin se había basado en la proximidad de los humanos con chimpancés y gorilas para escribir: “es más probable que nuestros primeros progenitores hayan vivido en el continente africano que en cualquier otro lugar”. En 1924, el australiano Raymond Dart descubría el primer fósil de un homínido extinto en África, el Australopithecus africanus. Pero fue Leakey quien consiguió convencer a la comunidad científica y al mundo de que la cuna de la humanidad estaba en el continente negro, una hipótesis que hoy sigue vigente. Y por el camino, fundó una de las sagas familiares más famosas de la historia de la ciencia.

Leakey convenció a la comunidad científica de que la cuna de la humanidad estaba en el continente negro. Fuente: U.S. Bureau of Land Management

La infancia de este singular antropólogo fue la que muchos niños desearían: nacido en Kabete –en la actual Kenia– de padres misioneros anglicanos, su educación transcurrió a saltos entre Gran Bretaña y África. En Inglaterra era un escolar más, pero en su hogar africano era el rey de la selva y vivía una continua aventura, criando babuinos o servales y coleccionando tesoros de la naturaleza junto a sus amigos kikuyus, que le admitieron como uno más de su tribu.

Él mismo solía contar que en la Universidad de Cambridge pidió ser examinado en swahili, la lengua común de África Oriental. Recibió una carta de respuesta concediéndole la petición, junto con una segunda misiva citándole para examinar a un alumno en swahili… en el mismo lugar y a la misma hora. Sus pasos debían seguir los de su padre, misionero en África, pero pronto derivó hacia la arqueología y la antropología, enrolándose en expediciones de excavación en su continente natal.

Cambridge le cerró las puertas

Fue por entonces cuando conoció a su primera esposa, Frida Avern, que se unió a su trabajo para registrar sus descubrimientos y con quien tuvo una hija. Pero Leakey era también un hombre inquieto en su vida amorosa. Cuando las molestias de un nuevo embarazo impidieron a Frida completar las ilustraciones para el segundo libro de Louis, éste recurrió a otra persona, Mary Nicol. Entonces Leakey cambió de algo más que de ilustradora: se marchó a vivir con Mary estando aún casado con Frida, a quien pidió el divorcio un mes después del parto. Este escándalo le cerró a Leakey las puertas de Cambridge.

Louis y Mary Leakey fundaron una de las sagas familiares más famosas de la ciencia. Fuente: The Leakey Foundation
Louis y Mary Leakey fundaron una de las sagas familiares más famosas de la ciencia. Fuente: The Leakey Foundation

Su segunda esposa Mary fue durante décadas la otra socia fundadora de un equipo que logró interesar al ciudadano medio occidental en la paleoantropología, a través de libros, reportajes de la National Geographic Society y documentales de televisión. Louis y Mary Leakey se convirtieron en una pareja icónica que rodeaba de glamour el misterio del origen de la humanidad. Los papeles estaban repartidos: Mary era la científica discreta y rigurosa, mientras que Louis asumía la imagen pública y el espectáculo, sin rehuir la polémica con sus hipótesis a veces demasiado aventuradas. Con el tiempo el dúo se amplió con sus hijos, sobre todo Richard y la esposa de éste, Meave, a quienes se añaden los muchos pupilos que hoy continúan su labor en Kenia.

Espectaculares hallazgos

Los hallazgos iban cayendo uno tras otro, cada cuál más espectacular: el Proconsul africanus en 1948, el Zinjanthropus boisei en 1959 y el Homo habilis en 1964. Los homínidos de los Leakey no sólo empujaron hacia atrás, en más de un millón de años, el nacimiento del linaje humano, sino que las dataciones de sus restos, más antiguos que los asiáticos, convencieron a la corriente científica principal de que la cuna de la humanidad era africana y debía buscarse en lugares como Olduvai, el yacimiento tanzano donde los Leakey desenterraron el Homo habilis.

Placa del descubrimiento del craneo de Australopithecus en el área de Olduvi Gorge, en Tanzania
Placa del descubrimiento del craneo de Australopithecus en el área de Olduvi Gorge, en Tanzania. Crédito: George Lamson

Pero con el tiempo y ya en los años 60, las discrepancias personales y profesionales entre Louis y Mary fueron agrandándose hasta provocar la ruptura. Mary continuó entregada a la investigación, llegando a criticar la falta de rigor de su exmarido en algunas de sus proclamas. Mientras, Louis disfrutaba de su estatus como figura pública bajo el brillo de los focos.

Sin embargo, este papel de Leakey como gran patriarca de la paleoantropología mundial brindaría también un precioso legado a la ciencia: interesado en el estudio de los grandes simios como aproximación a la evolución humana, sus contactos en la National Geographic Society y otras instituciones le facilitaron financiación para las investigaciones de un mítico trío de mujeres a las que llamó las Trimates. Los valiosos estudios de Jane Goodall con los chimpancés, Dian Fossey con los gorilas y Birutė Galdikas con los orangutanes han perpetuado su memoria. Tras su muerte de un ataque cardíaco en 1972, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould dijo que fue “una leyenda, incluso según el propio Leakey”.

Javier Yanes

@yanes68

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